Liturgia de las horas

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
 
Ant. Venid, adoremos al Espíritu Santo, que nos habló por los profetas y doctores.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
 
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: MENSAJEROS DE DIOS.

Mensajeros de Dios
dadnos la Nueva;
mensajeros de paz,
sea paz nuestra.

Mensajeros de luz,
sea luz nuestra;
mensajeros de fe,
sea fe nuestra.

Mensajeros del Rey,
sea rey nuestro;
mensajeros de amor,
sea amor nuestro. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Salmo 43 I - ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Ant 2. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ant 3. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

Salmo 43 III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

V. Señor, ¿a quién vamos a ir?
R. Tú tienes palabras de vida eterna.


PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 5, 13--6, 21

TOMA DE JERICÓ

En aquellos días, estando Josué cerca de Jericó, levantó los ojos y vio a un hombre plantado frente a él con una espada desnuda en la mano. Josué se adelantó hacia él y le dijo:

«¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?»

Respondió:

«No, yo soy el jefe del ejército del Señor. Vengo ahora... »

Cayó Josué rostro en tierra, lo adoró y dijo:

«¿Qué manda mi señor a su siervo?»

El jefe del ejército del Señor respondió a Josué: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es sagrado.»

Así lo hizo Josué.

Jericó estaba cerrada a cal y canto por miedo a los israelitas: nadie salía ni entraba. El Señor dijo a Josué:

«Mira, yo pongo en tus manos a Jericó y a su rey. Vosotros, los combatientes, todos los hombres de guerra, rodearéis la ciudad, dando una vuelta alrededor. Así harás durante seis días. Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas jubilares delante del arca. El séptimo día daréis la vuelta a la ciudad siete veces y los sacerdotes tocarán las trompetas. Cuando el cuerno jubilar suene y cuando oigáis la voz de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en un gran clamoreo y el muro de la ciudad se vendrá abajo. Y el pueblo se lanzará al asalto cada uno frente a sí.»

Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y les dijo:

«Tomad el arca de la alianza y que siete sacerdotes lleven las siete trompetas jubilares delante del arca del Señor.»

Al pueblo le dijo:

«Pasad y dad la vuelta a la ciudad y que la vanguardia pase delante del arca del Señor.»
Se hizo según la orden dada por Josué al pueblo. Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas jubilares, pasaron delante del arca del Señor y tocaron las trompetas; el arca de la alianza del Señor iba tras ellos; la vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas y la retaguardia marchaba detrás del arca. Según iban caminando, tocaban las trompetas.

Josué había dado esta orden al pueblo:

«No gritéis ni dejéis oír vuestras voces; que no salga ni una palabra de vuestra boca hasta el día en que yo os diga: "Gritad." Entonces gritaréis.»

Hizo que el arca del Señor diera la vuelta a la ciudad una vez; luego volvieron al campamento, donde pasaron la noche. Josué se levantó de mañana y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Siete sacerdotes, llevando las siete trompetas jubilares delante del arca del Señor, iban caminando y tocando las trompetas según caminaban. La vanguardia iba delante de ellos y la retaguardia detrás del arca del Señor, desfilando al son de las trompetas. Dieron el segundo día una vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Durante seis días se hizo lo mismo.

El séptimo día, se levantaron con el alba y dieron la vuelta a la ciudad siete veces, según el mismo rito. A la séptima vuelta los sacerdotes tocaron la trompeta y Josué dijo al pueblo:

«La ciudad será consagrada como anatema al Señor con todo lo que hay en ella. Únicamente Rajab, la meretriz, quedará con vida, así como todos los que estén con ella en su casa, por haber ocultado a los exploradores que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema, no vayáis a quedaros con algo de lo que es anatema, llevados de la codicia, porque expondríais al anatema a todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro están consagrados al Señor; ingresarán en su tesoro. Y ahora, ¡lanzad el grito de guerra, porque el Señor os ha entregado la ciudad!»

El pueblo levantó un gran clamoreo y se tocaron las trompetas. Cuando se escuchó la voz de las trompetas, todos prorrumpieron en un griterío inmenso y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada.


RESPONSORIO    Cf. Is 25, 1. 2; Hb 11, 30

R. Señor, tú eres mi Dios, te alabaré y te daré gracias: * tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.
V. Por la fe se derrumbaron las murallas de Jericó, después que los hijos de Israel dieron vueltas alrededor de ellas durante siete días.
R. Tú convertiste la ciudad en escombros y no será ya jamás reconstruida.

SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Cromacio, obispo, sobre el evangelio de san Mateo
(Tratado 5, 1. 3-4: CCL 9. 405-407)

VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto del monte; ni se enciende una lámpara para meterla bajo el celemín, sino para ponerla sobre el candelero, así alumbra a todos los que están en la casa. El Señor dijo a sus discípulos que eran la sal de la tierra, porque ellos, por medio de la sabiduría celestial, condimentaron los corazones de los hombres que, por obra del demonio, habían perdido su sabor. Ahora añade también que son la luz del mundo, ya que, iluminados por él mismo, que es la luz verdadera y eterna, se convirtieron ellos también en luz que disipó las tinieblas.

Puesto que él era el sol de justicia, con razón llama a sus discípulos luz del mundo, ya que ellos fueron como los rayos a través de los cuales derramó sobre el mundo la luz de su conocimiento; ellos, en efecto, ahuyentaron del corazón de los hombres las tinieblas del error, dándoles a conocer la luz de la verdad.

También nosotros, iluminados por ellos, nos hemos convertido de tinieblas en luz, tal como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y también: Todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.

En este mismo sentido habla san Juan en su carta, cuando dice: Dios es luz, y el que permanece en Dios está en la luz, como él también está en la luz. Por lo tanto, ya que tenemos la dicha de haber sido liberados de las tinieblas del error, debemos caminar siempre en la luz, como hijos que somos de la luz. Por esto dice el Apóstol: Aparecéis como antorchas en el mundo, presentándole la palabra de vida.

Si así no lo hacemos, es como si, con nuestra infidelidad, pusiéramos un velo que tapa y oscurece esta luz tan útil y necesaria, en perjuicio nuestro y de los demás. Por esto también incurrió en castigo aquel siervo que prefirió esconder el talento, que había recibido para negociar un lucro celestial, antes que ponerlo en el banco, como sabemos por el Evangelio.

Así, pues, aquella lámpara resplandeciente, encendida para nuestra salvación, debe brillar siempre en nosotros. Poseemos, en efecto, la lámpara de los mandatos celestiales y de la gracia espiritual, acerca de la cual afirma el salmista: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. De ella dice también Salomón: El consejo de la ley es lámpara.

Por consiguiente, nuestro deber es no ocultar esta lámpara de la ley y de la fe, sino ponerla siempre en alto en la Iglesia, como en un candelero, para la salvación de todos, para que así nos beneficiemos nosotros de la luz de su verdad y para que ilumine a todos los creyentes.

RESPONSORIO    Hch 11, 23-24

R. Cuando Bernabé llegó a Antioquía y vio la gracia de Dios, se llenó de júbilo; * pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una grande fe.
V. Y exhortaba a todos a que con entera voluntad permaneciesen fieles al Señor.
R. Pues era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu Santo y de una grande fe.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que, después de haber infundido en abundancia la fe y el Espíritu Santo en San Bernabé, lo destinaste para que anunciara a los pueblos paganos el mensaje de salvación, haz que el Evangelio de Cristo, que él predicó valerosamente, sea proclamado con fidelidad por nuestras palabras y nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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